覚え Memoria (oboe)

¿Cómo es qué habían llegado a esto? ¿Cómo es que no podían evitar repetir esta historia? Ninguno lo sabía y de hecho ninguno estaba preguntándoselo, solo estaban ahí, en ese momento, en ese beso, en esa caricia.
“Hueles a cigarro”- murmuro ella entre el beso.
“Sí”- le contestó él sin dejar de besarla: -“Siempre huelo a cigarro”- y ambos sonrieron.

'Hueles a cigarro'- le dijo ella mientras besaba su cuello...
‘Siempre huelo a cigarro’- murmuro él entre besos mientras cerraba la puerta del departamento tras de él.
Entre besos y trastabilladas caminaron a oscuras por el apartamento, no muy seguros a donde debían dirigirse.
Continuaron besándose ya sin tratar de encontrar aquel lugar al que no sabía que debían llegar.
‘Tenías razón… estamos borrachos’- dijo ella rompiendo el beso y jadeando por aire al mismo tiempo que cruzaba la mirada con la de él.
‘¿Qué es ese brillo en tus ojos?’- pregunto él mientras se aventuraba a besar el cuello de ella comenzado por el lóbulo de su oreja derecha.
‘¿Cuál brillo?’- murmuro ella mientras se estremecía con el contacto.
‘Ese brillo…’- susurró él mientras dirigía su atención hacia la oreja izquierda.
Ella rio tontamente ante la acción de él.
'¿Dónde está tu cuarto?'- se oyó a si mismo preguntarle...

¿De dónde había sacado el valor para preguntarle una cosa así? Este sería un excelente momento para detenerse si eso hubiera sido lo que estaba pensando, pero en realidad eso era lo último que pensaría ahora.
‘Vainilla’- dijo él mientras dirigía su boca hacia el pulso de ella: -‘Sabes a vainilla’- y comenzó a succionar.
‘ahmmm…’- fue lo único coherente que ella pudo decir en ese momento.
‘Me gustan los sonidos que haces’- dijo deteniéndose a mirarla.
‘Por allá’- murmuro ella señalando en una dirección general hacia la recamara, le dejaría a él la tarea de encontrarla.
Así que, aun besándose, comenzaron a avanzar tropezando torpemente entre la obscuridad.
‘Hay luna’- jadeo ella notando la escasa luz que lograba filtrarse por sus cortinas cerradas.
‘Y apuesto a que te ves divina bajo la luz de la luna’- dijo él sonriendo con satisfacción aun conectado en el beso.
Todavía besándola, la llevo hacia la ventana abriendo las cortinas y alejándose unos pasos, la admiró bajo la luz de la luna.
‘¿Qué?’- exclamo ella entre enojada y avergonzada; su blusa ya había sido desabotonada y la falda comenzaba a trepar por sus muslos, sus mejillas sonrojadas y sus labios rojos del abuso.
Él continuo admirándola dándose cuenta por primera vez en su vida, que esto le estaba presentando una gran dificultad para seguir su vocación.
‘¿Pasamos al cuarto?’- preguntó él divertido, de nuevo cerrando la distancia que los separaba.
‘Pensé que nunca preguntarías’- dijo ella juguetona mientras lo besaba como si su vida dependiera de ello.
La mesita de centro que los hizo tropezar... Bendita mesita de centro que hizo que ella se aferrara más a él para no caer... ¿O sería el alcohol?...
Cuando por fin habían alcanzado la puerta del cuarto ella ya no tenía sostén y la camisa y cinturón de él se encontraban perdidos en alguna de las esquinas del apartamento.
Al abrir la puerta él encontró la cama justo en la mitad de la habitación, pero no se dirigió a ella, sino que se dirigió hacia la pared contraria empujándola contra ella y de nuevo sumiéndose en un beso apasionado.
No tardaron mucho en deshacerse del resto de la ropa aventándola en la dirección general de cualquier lugar.
‘Deberíamos ir a la cama’- susurro ella mientras él continuaba recorriendo su cuerpo con sus manos, sin la molesta tela de por medio las sensaciones estaban al máximo.
De nuevo él volvió a preguntarse si sería por el alcohol, pero ya no se molesto por la respuesta que pudiera proveerle su cerebro.
‘No’- dijo él mientras descendía hacia los senos de ella: -‘Te quiero aquí… en la pared’- murmuro y por fin atrapo uno de sus pezones.
Si ella estaba de acuerdo o no, ya no pudo hacerlo saber ya que lo único que podía importarle ahora eran las sensaciones aumentadas de su piel contra la de él.
Gimió ante el contacto de la lengua de él con su pezón.

La pared se sentía fría contra su espalda desnuda, pero toda ella sudaba...
Él comenzó a subir la pierna derecha de ella y posicionarse frente a ella.
Fue entonces cuando ella se permitió por fin abrir los ojos y admirarlo.
Admirar todo.
De repente todo era silencio, todo era paz.
Sabía que después de este segundo, minuto, hora, día, milenio que se le escapaba de las manos, ya nunca tendría paz.
Todo a partir de ese momento sería una tormenta infinita.
Sería una batalla de gritos, de deseos, de pieles, de sudor… una batalla que, aunque acabara esta noche, nunca en verdad acabaría…
Él la miro intensamente, ella se pregunto si él estaría pensando lo mismo que ella y tal vez así era, pero la lujuria les estaba pudiendo a los dos.
‘Hazlo’- dijo ella con la respiración entrecortada.
Y él lo hizo… se sumió todo en ella de un solo golpe.
Ambos gimieron ante la sensación y se detuvieron un momento para contemplar y saborear el momento.
Sin embargo, esa quietud no duro demasiado porque sus cuerpos ya ansiaban moverse, conocerse, danzar juntos ese baile loco que es amarse.
Lento y calmado al principio, pero la desesperación de fundirse era demasiada; antes de darse cuenta ella ya gemía por más y él se lo daba.

'Te quiero cerca... acércate'- dijo ella mientras lo jalaba de su collar de cuero negro con un crucifijo de oro...
El cuarto se lleno de gemidos y jadeos; de vez en cuando podían oír al otro llamarlo por su nombre y eso solo alimentaba su deseo de unirse, querían estar más juntos, mas cerca, mas adentro…
‘Sí… Edgar...’- murmuro ella y volvió a clavar sus uñas en su espalda cuando él, al oírla decir su nombre, como respuesta entro en ella mas duro y mas profundo.
‘Solo así puedo estar con ella… en lo profundo’ – pensó él mientras renovaba con más fuerza y rapidez sus penetraciones.
Ya estaba cerca y lo sabía, se pregunto si ella también estaría cerca; pero cuando vio que ella comenzaba a arquear su espalda supo que así era.
‘Edgar… ya casi… llego…’- gimió ella entre gritos y jadeos.
Como respuesta él aumento la velocidad e intensidad, terminarían junt
os.

Estaban tan cerca… ¿Cómo es que los había sorprendido la memoria y los había orillado a repetirla?
“Edgar… Edgar… Edgar… Edgar…”- gemía ella como repitiendo un mantra mientras él aumentaba la velocidad sintiendo su propio orgasmo llegar.
“Terminemos juntos…”- murmuro él mientras arremetía dentro de ella.
Sí… Terminemos juntos…

TBC

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